lunes, 27 de mayo de 2013

Micro relatos


Fotografía de Chema Madoz
Escapar.

Llegado el momento podría salir volando, sólo era cuestión de planificarlo escrupulosamente. No todo el mundo era capaz de pergeñar un plan magistral como yo, por eso mis opciones de victoria superaban la media. A medio día, todo estaba en calma, el pueblo adormilado era incapaz de sospechar el más mínimo intento de huida, por eso fue el momento elegido para la acción. Desplegué las alas en lo más alto de la azotea, crucé los dedos y comencé a entonar la única oración que me habían enseñado de pequeño. No pude llegar al amén, en parte porque desconocía el final, pero pude caer fulminado cuando vi el cielo de Villa Robledo surcado por mil aeronaves de factura artesanal iniciando el despegué con rumbo desconocido. En el cielo no quedaba un pequeño hueco para mí.

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